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En un banco naranja... o La Ronda de la Princesa Luz

Vicente Herrera Márquez

 

En un pueblo lejano de color marrón,
en un banco naranja de la plaza azul,
mientras pensaba en flores y prados,
rodeada de niños de todos colores
estaba sentada la princesa Luz.

Absorta miraba la marcha del corso
que sin fin pasaba por el boulevard,
mostrando carrozas de mil y un colores.
Era el carnaval de música y luces
que todos brindaban a la princesa Luz.

Cantando y bailando pasaban comparsas,
del pueblo marrón que rodeaba la plaza,
de las comarcas cercanas de otros colores
y de lugares soñados un poco distantes.
Todos traían regalos para la princesa Luz.

Mineros con cascos le traían negro carbón.
Pescadores con redes caracolas nacaradas.
Un coro de niños le brindó una canción
y mujeres hermosas una ronda multicolor,
de rosas y violetas para la princesa Luz.

Campesinos traían gavillas de trigo dorado,
otros una carreta repleta de amarillo maíz.
Hijos de la tierra llegaron trayendo
cueros de guanaco y plumas de avestruz.
Con todo el cariño para la princesa Luz.

Nadie trajo oro, nadie trajo perlas,
ni brillantes o alhajas, ni siquiera oropel.
Nada de esto quería, no lo necesitaba
pues, mucho tenía y más ¿para qué?
Sin oro y riqueza era feliz la princesa Luz

Tenía belleza, alegría, brindaba amistad.
Regalaba sonrisas, derramaba bondad.
Era sol y luna, era tierra y aire,
era viento y calma , era río y mar.
Era todo aquello y todo era la princesa Luz.

Cuando el bullicio del corso tocaba final,
con tranco cansino pasaba un poeta gris.
En sus manos portaba un presente.
Dentro de una blanca caja con cinta rubí,
le entregó un poema a la princesa Luz.

Al abrir la caja con sus manos blancas,
una fuerte brisa se lo arrebató.
Corrió hacia el corso llamando al poeta,
ya estaba muy lejos y no la escuchó.
Se enojó con la brisa la princesa Luz.

La brisa inquieta se trocó en torbellino,
en esa espiral cual golondrina el poema voló.
Pasaron minutos que se hicieron horas,
la tarde hermosa y brillante apagó colores
escondiendo tras el horizonte al corso feliz.


Tarde, muy tarde rodeada de hojas de color otoño,
cuando el día se alejaba del pueblo marrón,
en el banco naranja de la plaza azul,
esperando que el viento le devolviera el poema,
allí sentada, muy triste soñaba la princesa Luz.

 

Incluido en libro: Romances al viento
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