PÁGINAS AL VIENTO - Poemas | PANEL CENTRAL |
Bodega de disfraces
Vicente Herrera Márquez
Vengo llegando cansado de transitar mil caminos,
con la frente arrugada por el frío de inviernos y el sol de veranos,
tristezas en el alma y una madeja de dudas aún no aclaradas.
Los ojos marchitos por la sequedad de desiertos de arena,
y los pies gastados en senderos de llanuras y bosques verdes ajenos.
Es el tiempo de regreso al pueblo, donde podré reposar el cansancio,
y mientras lo haga iré trazando un lento racconto de tramos vividos.
Reandaré con paso cansino esas calles de tierra y recuerdos,
que en la medianía del siglo pasado, vestido de ilusiones, me vieron pasar.
Visitaré la hoy vieja escuela que sin cobrar me mostró los caminos,
que muy pronto una veleta me los fue dibujando en el globo terráqueo;
también me enseñó números de cero a infinito para sumar y restar
los miles de kilómetros que anduve y por circunstancias también desanduve;
y me regaló un abecedario para escribir historias de amor y versos de vida.
Recorreré los resecos senderos de aquel cementerio sureño,
que en algún rincón aún debe esconder polvo de mi ancestral apellido.
Luego me introduciré, con temor de niño, en aquel espacio imaginario, tan mío,
que está en cada esquina y cada rincón de esa patria pequeña…¡Tan grande!
Aquel espacio es la bodega y el archivo, que guarda mis ilusiones de niño,
mis anhelos de aventuras y mis ansias de vencer mares y domar vientos.
Es el salón donde guardo las máscaras y las vestimentas con que soñé la vida.
Mis disfraces infantiles de doctor, bombero, boxeador, policía y ladrón;
los juveniles de príncipe encantado, de conquistador y de eterno enamorado,
y también los de adulto, que quedaron en sueños, deseos o tan solo intentos.
Allí guardados están los atuendos que vistieron y no vistieron a este viajero vagabundo,
que a pesar de todo, no olvida y valora aquellos disfraces que soñaron
adultez;
desde el casco del
ingeniero que no fue, hasta el traje de astronauta;
la toga de abogado y la capa
plateada del Superpuedetodo venido de Kriptón;
el cuello y corbata del presidente de algo así como una corporación o quizás un país;
aquel traje que pudo hacerme millonario con pantalón corto y zapatos futboleros;
y tantos otros que cuelgan en perchas desvencijadas
esperando lo que pudo ser.
También hay allí un viejo cuaderno con versos dedicados a amores platónicos de juventud,
en el cual como si fuera un espejo me veo con ropa, zapatos y una boina que imaginé;
es el traje raído y pasado de moda que como premio me regalaron en cuarto grado
y hoy con remiendos de años, polvo de caminos, manchas de tinta negra y tintas de vino,
viste al viejo aprendiz de poeta, que con números multiplicó la vida y con letras la dibujó.
Incluido en libro: Cuando las letras vuelan
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